Thomas Edison (Milan, Ohio. 1847-1931). El mago de Menlo Park

Prolífico inventor, creó el primer laboratorio, en Menlo Park, Nueva Jersey, dedicado a las invenciones con el dinero ganado gracias a la venta de su telégrafo cuádruplex a la compañía de servicios financieros y de comunicación Western Union por 10.000 dólares. El invento en cuestión suponía que cuatro señales viajaran por el mismo cable de telégrafos al unísono. Todo un avance para la época.


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Sin duda, fue un joven emprendedor. Cuando apenas contaba con 13 años de edad, en Grandes Lagos, donde vivía con sus padres, comenzó su andadura empresarial vendiendo su propios periódicos y con negocios de venta de dulces y verduras en los trenes que viajaban entre Detroit y Port Huron. Su padre era agente de la estación de ferrocarril.

Ganaba a la semana unos 50 dólares. Cuando ahorró lo suficiente compró equipos eléctricos y productos químicos para el que fuera, realmente, su primer laboratorio situado en el sótano del hogar familiar. Así es que, sí, de algún modo podemos decir que este fue un caso bastante habitual, emprender en los negocios desde el sótano. Algo que también hizo Jeff Bezos con su inacabable Amazon.

El genio inventor que apenas fue a la escuela

Alva Edison nunca asistió a la escuela de forma regular. Al menos no por más de unos pocos meses hasta que cumplió los 28 años de edad. Su madre, que una vez se empleó como maestra de escuela, enseñó a Edison y a sus hermanos los conceptos básicos de las matemáticas, la lectura y la escritura en su propia casa.

Eso sí, Edison acudió a la escuela pública, pero descubrió que era preferible aprender en casa sin las distracciones de las clases.

Algunos de sus biógrafos apuntan que Edison padecía trastorno por déficit de atención e hiperactividad. Bendito trastorno, ¿verdad?

Ya siendo adulto, Edison se inscribió en un curso de química durante cuatro años.

Reuniones de genios

Como podemos ver en la imagen:

Henry Ford, Thomas Edison y Harvey Firestone en febrero de 1929.

Los genios de la época no escatimaron en reuniones. Vemos a Henry Ford, a la izquierda, a Thomas Alva Edison en el centro y a Harvey Firestone el creador de las ruedas de coche juntos en esta imagen tomada en el año  1929. También era habitual que otros prohombres, como el naturalista John Burroughs, participaran en encuentros donde las ideas y los debates, más que probablemente, hicieran que sus mentes crearan nuevos pensamientos que poner en la práctica.


Tesla y Edison

Edison prestó especial atención a un joven ingeniero serbio-estadounidense llamado Nikola Tesla. Se sabe, a ciencia cierta, que Edison fue una de las primeros científicos que supo reconocer el genio de ese ‘extraño extranjero’.

A nivel práctico si algo les unió fue su visión compartida de un sistema de red de electricidad que pudiera proporcionar a cada hogar la maravilla moderna de la luz. Eso sí, se enfrentaron sobre si una corriente continua o alterna era el mejor método.

Edison se inclinaba por el primero y Tesla por el segundo. Con el paso del tiempo, quedó claro que estaban enfrentados por mucho más que las corrientes continuas o alternas.

Como inventor, Edison ganó su guerra particular, sin embargo, perdió su amistad con Tesla en ese proceso dialéctico-científico. 

La ‘super’ bombilla de Edison

la primera bombilla de Thomas Alva Edison, diciembre de 1879

La primera bombilla de Thomas Alva Edison, diciembre de 1879

El invento de la bombilla se atribuye a Edison, pero la realidad es mucho más complicada. Las farolas eléctricas ya existían antes de que Edison inventara su bombilla, pero eran ineficientes y costosas en su producción.

En el año 1878, Edison le encargó a su grupo de genios-trabajadors en su laboratorio de Menlo Park que encontrara el material perfecto para hacer un mejor filamento y, como dice la historia a menudo referenciada.

En el largo proceso de trabajo se llegó a experimentar con más de seis mil materiales diferentes.

En este punto, cuando se le preguntó sobre sus miles de fallos al crear la bombilla más eficiente y eficaz, Edison respondió que no, no había fallado, sino que “aprendió 6.000 formas diferentes de cómo no hacer una bombilla”. Un auténtico genio. ¿No creen?

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