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Los métodos de tortura son, a menudo, espejos de las épocas en las que se gestaron. Ya fuera para castigar un delito, para obtener información, una confesión, o como condena a muerte, la tortura fue, ha sido y es uno de los símbolos universales e imperecederos de la tendencia al mal – de la crueldad – que habita en el ser humano.
Índice:
Frases sobre la tortura
Decía Fray Luis de León que para hacer el mal cualquiera es poderoso. El poeta romano Siro, por su parte, dejó dicho que es más cruel temer a la muerte que morir; y también que quién decide practicar el mal, encuentra siempre un pretexto.
Con estas tres frases tenemos un excelente punto de partida para pensar el tema de la tortura, asunto tan viejo como el hombre y, prohibiciones de la ONU en 1948 aparte, siempre de triste actualidad a lo largo y ancho del mundo.
Pero no se trata ahora de reflexionar sobre la tortura, aunque sería muy interesante, sino de exponer algunos de los métodos de tortura utilizados en el pasado, en la Historia.
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Sistemas que fueron perfeccionándose con el tiempo, fruto de mentes (con acierto se dice que nada hay más terrible que maldad e inteligencia unidas) “creadoras” de formas de dañar cada vez más crueles, sutiles y tremebundas.
Existen evidencias arqueológicas anteriores pero es en Roma, y en Grecia anteriormente, donde se tiene constancia histórica de la tortura, si bien solo podía practicarse legalmente con esclavos, en principio, pues con la llegada del Imperio fue extendiéndose la aplicación de una pena que solía acarrear la muerte del torturado.
Más allá de latigazos y quemazones, los romanos, y el hombre de la antigüedad en general, no mostraban sutileza a la hora de castigar una falta, su contundencia se puede comprobar en los primeros martirios de cristianos: ser torsionado completamente en el potro, asado en la hoguera, comido por leones en el Coliseo, desgarrado por caballos, despellejado vivo o, no lo olvidemos, crucificado, fueron torturas muy comunes en aquella época.
La tortura en la Edad Media
El medievo fue una época pródiga en tortura. Los tribunales de la época, ya fuera la Inquisición, sus equivalentes protestantes, u otro tipo de tribunales que hoy podríamos llamar civiles, se las ingeniaron para crear y evolucionar multitud de métodos.
Obviamente, la tortura también se utilizaba en el ámbito privado y durante las guerras era práctica generalizada.
A veces podía ser pública, servía como ejemplarizante pero también como espectáculo que excitaba las pasiones más bajas del pueblo.
La variedad era sorprendente: la rueda, para despedazar; la pavorosa y puntiaguda cuna de Judas; el toro de bronce, en cuyo interior se quemaba vivo; el péndulo, para dislocar los omoplatos; la escabrosa pera, que desgarraba por dentro; el empalamiento, que atravesaba el cuerpo de un extremo a otro; el destrozador de rodillas… pero el más inesperado de todos era la tortura de las cosquillas que, aunque no lo parezca, podía llegar a causar la muerte y cuya principal virtud era que no dejaba huellas.
La mentalidad medieval era ciertamente muy distinta a la actual.
Puede resultar ilustrativo para el lector el caso de las ordalías, una institución jurídica reconocida en toda Europa y que, no siendo una tortura en sí misma, se le asemejaba bastante. Se
solía recurrir a ella en disputas nobiliarias y consistía en que éstos, a través de sus respectivos siervos, dilucidaban el asunto con una prueba o duelo que podía consistir en resistir con la mano en el fuego (de ahí viene la conocida expresión), en agua hirviendo (prueba caldea), o de aguantar la cabeza bajo el agua. El ganador, solía ser el menos dañado o el que sobrevivía, era el señalado por Dios.
En los siglos de la modernidad, una de las torturas más crueles era la sierra.
Con el torturado colgado boca abajo se le iba cortando con la sierra a partir de la entrepierna y, como la sangre se agolpaba en la cabeza, no era hasta llegar al ombligo cuando el condenado moría atrozmente sin haber perdido el conocimiento y cubierto de la sangre que salía a borbotones.
Otra tortura muy común entonces era en la que se obligaba a tragar en torno a diez litros de agua para, a continuación, saltar y patear el estómago de la persona hasta que reventaba.
Como vemos, la variedad de métodos era grande y está bastante documentada, en Europa al menos. No obstante, es un hecho cierto que en el mundo oriental se han practicado sutilísimas torturas desde antiguo. La gota china es paradigmática de esto.
Una simple gota de agua fría cayendo cada pocos segundos infligía un sufrimiento continuo, gradual hasta lo insoportable, y que se alargaba durante varios días.
Métodos de tortura en la Edad Contemporánea
En la época contemporánea, en especial en el sangriento siglo XX, la tortura no era necesariamente una condena a muerte sino un sistema para obtener de la víctima la información deseada, por lo que la idea era causar el mayor daño durante el máximo tiempo posible.
La tortura se refinaba sirviéndose de la ciencia para cumplir su misión. Los totalitarismos nazi y soviético mataron y torturaron, muchas veces hasta la muerte, a millones de personas. Gracias a Archipiélago Gulag conocemos que, en la URSS, su sistema represivo se basaba no en dilucidar el supuesto delito cometido sino en obtener confesión del mismo, de ahí que se tratara de largos procesos en los que el objetivo era extenuar al reo hasta la deshumanización más deplorable. La variedad de torturas era casi infinita pues todo en el sistema represivo era una tortura, iban desde refinados métodos para inducir el insomnio hasta la tosquedad de una bota aplastando los genitales.
En el marco de la Guerra fría, la tortura adquirió tintes de disciplina científica. Apoyándose en aparatos eléctricos, sustancias químicas y drogas, en la psiquiatría y la psicología, la anatomía… se fueron refinando los métodos que se registraban en dilatados manuales de procedimiento de los servicios secretos.
Toalla mojada o waterboarding
El cinematográfico sistema de la toalla mojada (waterboarding), atribuido a la CIA, era conocido desde hace siglos y su mayor ventaja es que no deja marcas.
La víctima, con una toalla tapándole boca y nariz, sufre una insoportable sensación de ahogo cuando le arrojan agua encima.
Aunque se siguen usando en la actualidad métodos tan contundentes como el de arrancar las uñas, variante del medieval aplasta-pulgares, se vienen imponiendo técnicas de presión psicológica basadas en la privación o sobreexcitación de los sentidos, en especial de la vista, de aislamiento, frío o resistencia física.
Recientemente, el Departamento de Justicia de EEUU concluyó que los métodos de la CIA son de interrogación y no constituyen tortura, para escándalo de las asociaciones de derechos humanos.
La tortura con insectos es poco conocida, sin embargo, es tan arcaica que ya en el Antiguo Testamento aparece el uso de avispas como castigo, también como plaga enviada por Dios. Los nativos americanos usaban hormigas carnívoras para torturar a sus enemigos y se conocen casos de “encierros” con abejas.
Más recientemente, se sabe de experimentos con insectos portadores de mortíferas bacterias.
La Tortura en la Ficción
Por último, presentamos un método de tortura literario, aunque no exactamente. Es el método que O’Brien emplea con Winston Smith en la habitación 101 del Ministerio del Amor de Oceanía (al lector que le suenen a chino todos estos nombres le recomendamos encarecidamente leer la novela 1984, de George Orwell).
Pues bien, hacia el final aparece una tortura cuyo origen era la China imperial, a decir del torturador, y que consistía en encerrar a ratas hambrientas en una jaula acoplándola a otra jaula ubicada en la cabeza del torturado.
Así, al unir ambas jaulas las ratas hacían su labor en poco tiempo. Según las crónicas históricas este método tenía variantes, como aquella en la que la jaula se acoplaba al abdomen de la persona y con fuego se “invitaba” a las ratas a excavar un túnel sobre el vientre del reo.
Muchas veces, conocer los métodos que narramos es en sí mismo una tortura, especialmente para las personas más sensibles.
Museos sobre las torturas
Sin embargo, varios museos han conseguido espolear la curiosidad, a veces morbosa, del público exponiendo una sucesión de objetos históricos utilizados para torturar.
En España, el más conocido se encuentra en la bella población de Santillana del mar, en Cantabria y se llama, como no podía ser de otra forma Museo de la Tortura, dedicado a los oscuros tiempos de la Inquisición.
En España, en Segovia, el Museo de la Brujería también recoge instrumental de esta clase. Los ejemplos son numerosísimos: En Tallin, en San Gimignano… y en Inglaterra, donde se encuentra el turístico “London Dungeon” (mazmorra), con sus sedes en otras ciudades europeas como Ámsterdam, Berlín, Blackpool, Edimburgo, Hamburgo y York.
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Super interesante el articulo!!!