Contenidos
- 1 Cuándo y cómo surgió el carnaval
- 2 La celebración del Carnaval ligada al mundo cristiano
- 3 El Carnaval históricamente / antropológicamente
- 4 El Carnaval es un ritual de fertilidad
- 5 El Carnaval es un ritual de inversión de la vida diaria y cotidiana
- 6 Las fiestas de locos
- 7 El Carnaval es un ritual de ostentación
- 8 La celebración de nuestro Carnaval actual
- 9 Las prohibiciones en el Carnaval
- 10 Las máscaras
- 11 ‘Cosas’ Curiosas sobre el Carnaval
- 12 El Entierro de la Sardina
Cuándo y cómo surgió el carnaval
Está en la naturaleza humana, desde la más remota antigüedad, como necesidad social y vital celebramos la renovación, del invierno a la primavera, de la muerte a la vida.
Como define Julio Caro Baroja en su imprescindible libro para entender la materia que tratamos: “El Carnaval. Análisis histórico-cultural” publicado en 1979, el Carnaval es un hecho cultural particular.
Probablemente no haya fiesta y celebración igual en el mundo.
Históricamente, el Carnaval se asimila a una celebración que el hombre ha festejado de forma milenaria desde que tiene recuerdo no fosilizado.
Casi en cualquier civilización se ha tenido presente una fiesta de estas características, bien sea en alabanza a la primavera, cerrando el ciclo al invierno, como pueda ser por motivos agrícolas como los romanos en su veneración a Saturno, dios de la agricultura.
Y que nos hace ver una clara referencia al deseo de mejores cosechas. Pero también, y antes, los griegos llevaban a cabo sus fiestas en honor a Dionisio, dios del vino, con un sentido parecido.
Hasta el más moderno carnaval carioca, o el que se festeja en tantas ciudades del mundo, el SÍMBOLO es el mismo. Un momento donde la carne gana la batalla al alma, donde el exceso precederá a la calma, a la introspección.
Para explicar no solo la celebración del Carnaval en sí, sino para explicar qué día del año se celebra, hay que sobrevolar muchas fechas en el calendario.
A comienzos del siglo IV el mundo cristiano se planteaba la diatriba: ¿Cuándo celebramos la Pascua, la resurreción de Jesucristo?
Según la Enciclopedia Católica, ningún escritor antes de Justino Mártir, nombra la celebración de la Pascua, “pero el hecho de que en la última mitad del Siglo II apareciera la controversia acerca del tiempo de guardar la Pascua, es ya una indicación de la importancia que tenía la festividad”.
La celebración del Carnaval ligada al mundo cristiano
Y es que casi desde el principio, el martirio de Cristo y su resurreción fueron de capital importancia como motivo de celebración para el mundo cristiano.
La celebración del Carnaval está íntimamente ligada a la celebración, en el mundo cristiano, de la Pascua de resurrección. Hasta en el día en que nos disfrazamos de Carnaval, como luego veremos, guarda relación.
La Pascua de resurrección se celebra (luego veremos porqué) el domingo posterior a la primera luna llena (plenilunio) tras el equinoccio de primavera, 22 de marzo.
Por ello, la Pascua se puede celebrar desde un 22 de marzo a un 25 de abril. Según el ciclo lunar.
Así, cuarenta días antes de esa fecha, es el día designado para la celebración del Carnaval.
Cuarenta días que marcan, antes del periodo de introspección por la muerte de Cristo, el momento donde todo está permitido, todo tipo de exceso: El Carnaval. Un momento donde la carne gana la batalla al alma.
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Esos cuarenta días también tienen una explicación.
El cuarenta está muy presente en la religión cristiana: los cuarenta días de retiro de Jesús en el desierto antes de comenzar su ministerio; los cuarenta años de Moisés en el desierto; o los cuarenta días que duró el diluvio universal, entre otros.
El Carnaval así definido, en ese periodo de tiempo, es el “periodo creador y generador de vida en el seno de una compleja concepción del tiempo primitivo que progresa a lo largo del año en periodos aproximados de 40 días”.
Claude Gargnebet. Esta medida de 40 días es una síntesis del calendario solar y del lunar, que tiene su base en el calendario celta de matriz precristiana.
Según Gargnebet, la fecha inicial de las fiestas de primavera, y más concretamente del Carnaval- es el 2 de febrero, actual festividad de la Purificación de la Virgen o Candelaria.
El Carnaval históricamente / antropológicamente
Siguiendo a Julio Caro Baroja, (sobrino del insigne escritor Pío Baroja) en “El Carnaval. Análisis histórico-cultural”, quizá el libro más relevante en nuestro idioma, se distingue:
– El Carnaval es un ritual de fertilidad.
– Es un ritual donde se invierten los papeles de la vida diaria y cotidiana.
– El Carnaval es un ritual de ostentación.
– El Carnaval es un ritual cósmico.
De alguna manera, todos estos antecedentes guardan relación con nuestro Carnaval, aunque las diferencias son evidentes, el trasfondo, es bastante parecido: disfrutar del exceso, de la fiesta y la alegría, en comunidad.
Transgredir las normas establecidas, ir contracorriente. Y se ha perdido la parte menos lúdica, pedir a los dioses que nuestro porvenir sea bueno.
El Carnaval es un ritual de fertilidad
Nos lo cuenta Plutarco. En la Antigua Roma unos sacerdotes consagrados al dios Pan llamados Luperci protagonizaban una curiosa fiesta llamada Lupercalia o Lupercales que estaba relacionada con la fertilidad de las mujeres y del ganado, así como con la preservación del ganado contra los animales salvajes.
Lo curioso era el rito que seguían. Resumido sería así: A comienzos del mes de febrero sacrificaban un macho cabrío y un perro. A continuación, dos jóvenes, hijos de patricios, eran cubiertos con las pieles de los animales hechas tiras.
Iban medio desnudos por la calle y lo más curioso es que comenzaban a correr y azotaban a todos aquellos que se encontraban. Plutarco nos cuenta que las mujeres no debían evitar esos azotes, pues se estaba en la creencia que les estaban proporcionando ayuda para la concepción y también para el momento del alumbramiento.
El Carnaval es un ritual de inversión de la vida diaria y cotidiana
Los romanos celebraban las Saturnales. Duraban una semana y comenzaban el 17 de diciembre. En estas fiestas se invertían los papeles de esclavos y señores. Los señores se servían ellos mismos o, incluso, servían a sus esclavos.
Los esclavos salían por la noche, literalmente, de juerga. Al grito de ¡Saturnalia! organizaban banquetes, fiestas y bailes donde estaban permitidos los excesos de comida, bebida y suponemos de la carne. Elegían lo que llamaban “Rey bufo” que presidía todas las fiestas organizadas y que al final de la semana era sacrificada una imagen que lo representaba.
Con esta celebración lo que se ponía de manifiesto era que, por un momento, todos los hombres eran iguales. Una quimera.
De igual modo, en nuestros días, es habitual que durante el Carnaval algunos hombres se disfracen de mujeres y las mujeres de hombres. En este caso sí que estamos ante una real inversión de la vida cotidiana.
Sin embargo, esto tampoco es nuevo. Ya en 1662 San Agustín criticaba esta práctica. Parece que la veía poco sana para el alma.
Las Matronalia, fiesta de las mujeres casadas, también se asemejan antropológicamente al Carnaval. Los romanos las celebraban el 5 de febrero. La fiesta consistía en que durante ese día las mujeres eran las que mandaban.
Las esclavas gozaban de un día de libertad y festejo y los hombres hacían regalos a sus esposas. Es de nuevo una mascarada, una sátira en las costumbres, un deseo de poner el mundo al revés. Frase que sintetiza el significado del Carnaval.
Las fiestas de locos
Pasado el tiempo, con la implantación del cristianismo y con la desaparición de las Saturnales, llegamos a la Edad Media. Donde se comenzó a celebrar otro tipo de fiestas, menos sugestivas que las anteriores, y que se llamaron Las Fiestas de Locos.
Se iniciaban el 6 de diciembre y era una fiesta donde se parodiaba a los obispos. Ese día, en las catedrales y abadías los monaguillos elegían al que llamaban su “obispillo”. Le vestían como tal y le acompañaba un cortejo. Durante 20 días se desarrollaba la parodia.
El día 28 de diciembre se elegía la “obispillo” catedralicio de Inocentes, normalmente el más joven de los niños cantores. Se le llamaba “Papa” o “Abad”, se vestía también de obispo y se subía al coro imitando y parodiando y burlándose del auténtico obispo.
El 1 de enero los “excesos” culminaban con la Fiesta del Asno (animal presente en el Nacimiento) que consistía en introducir un asno en el coro y los monaguillos volvían a burlarse, a imitar, al prelado: obispo, arzobispo, en definitiva al superior eclesiástico.
El Carnaval es un ritual de ostentación
Posteriormente, fueron los ayudantes y secretarios de notarios y pasantes, empleados de hombres de Leyes, los que adaptaron estas Fiestas de Locos. Se organizaban en comparsas de carácter burlesco.
Pero luego fueron los propios hombres de Leyes, notarios, abogados, y también los aristócratas y comerciantes, quienes conformaban sus propias comparsas. Desfilaban por la ciudad bajo un estandarte, con música estridente y satirizaban al poder político y eclesiástico.
Con el crecimiento de las ciudades, en los barrios, los grupos sociales, los herederos de los gremios, fueron creando sus propias cofradías, comparsas carnavalescas con el mismo sentido de burla contra el orden establecido.
Y entraron en competencia, a ver quién lo hacía mejor: los mejores disfraces, las mejores bromas. Toman la calle con el objeto de divertirse, provocando, yendo contra el orden establecido.
En broma, a veces con carácter obsceno, pero sin más trascendencia que el tiempo que durase.
Estamos en el Renacimiento, donde cobra interés la figura de Lorenzo de Médicis. (1449-1492) al que se acusa de apropiarse de esta fiesta popular en beneficio de su poder.
Hace una clara ostentación. Los desfiles son diseñados al milímetro.
Carruajes lujosos diseñados por artistas de renombre en aquel tiempo, vestidos espectaculares. Se pierde el sentido que hasta entonces había tenido eso que tanto se asemeja a nuestro Carnaval.
Ahora se proyecta más la imagen que cada ciudad da de sí misma a través de los desfiles, procurando el prestigio.
La celebración de nuestro Carnaval actual
Un siglo después de la crucifixión de Cristo parece que nadie se ponía de acuerdo en qué día celebrar la Pascua. Cada iglesia elegía una fecha. Si bien, desde el siglo II, como se indica en el Enciclopedia católica, Justino Martir, es el primero que reflexionó en voz alta sobre la necesidad de celebrar la Pascua.
Así transcurrieron los siglos y al llegar al Concilio de Arlés (314) se insta a toda la comunidad cristiana a celebrar la Pascua el mismo día, sería el Papa quien fijaría la fecha y enviaría epístolas a todas las iglesias determinando la fecha concreta.
El Concilio de Nicea
El Concilio de Nicea (325) Este Concilio sirvió para que Constantino el Grande hiciera del cristianismo en Roma la religión del Estado, extendiéndose luego por todas las monarquías europeas católicas.
Además, se establecieron las bases sobre las que se celebraría la Pascua de resurrección.
1. Debía celebrarse en domingo
2. No debía coincidir con la Pascua Judía, para evitar confusiones.
3. Que solo se celebrase una vez al año. Esto se explica porque el año nuevo comenzaba en el equinoccio de primavera, por lo que se prohibía que se celebrara antes del equinoccio real (antes de la entrada del Sol en Aries).
Por lo tanto, para saber cuándo se celebrará la Pascua, hay que buscar el domingo posterior a la primera luna llena (plenilunio) tras el equinoccio de primavera, que sucede el 22 de marzo.
Contando 40 días antes, tenemos el comienzo de la celebración de la Cuaresma. Y tres días antes, el Carnaval.
Las prohibiciones en el Carnaval
En todas las épocas, esta transgresión de las normas que supone el Carnaval, no ha sido bien visto por el poder. El Carnaval fue prohibido por la Revolución francesa, y en España por Carlos III y Francisco Franco. Esa relajación y exceso para el pueblo no les interesaba. Ni siquiera durante un día.
Las máscaras
Proceden de la creencia antropomorfista (aplicar cualidades humanas a objetos) de invocar a los malos espíritus adoptando el disfraz de los muertos.
‘Cosas’ Curiosas sobre el Carnaval
En 1492, en plena conquista de América, en España continuaba la tradición de disfrazarse con el mismo sentido de fiesta. En 1523 Carlos I dictó una Ley que prohibía el uso de máscaras. Algo que continuó con Felipe II, y que no acabó hasta Felipe IV, quien contribuyó a que ganaran en esplendor fomentándolas.
Y no solo eso, también participando de forma divertida. Tal es el caso de la anécdota que nos lleva al año 1638, y que provocó no pocas murmuraciones en la Corte de Madrid.
Un día de Carnaval, la realeza, comandada por Felipe IV, y su séquito organizó una peculiar cabalgataera. Representaron una boda, donde la novia era un ayudante de cámara del Rey, que debía ser particularmente feo, le apodaban “mala cara”.
Entre los nombres ilustres que acompañaban aquella farsa de Carnaval estaba el Conde duque de Olivares, que vestía de portero, el Conde de Oropesa, vestido de alabardero; la reina que vestía de “obrero mayor” y el Rey, que burlonamente, oficiaba de ayudante de cámara (otro ejemplo de inversión de papeles en el disfraz).
La comitiva la cerraba un grupo de hombres montados sobre caballos de juguete.
La primera vez que aparece la palabra Carnaval en el diccionario en castellano es en 1492. Antes se llamaba Carnestolendas o Antruejo.
El origen de la palabra Carnaval Proviene de las palabras latinas “carnem levare” “quitar la carne”, que nos lleva a Carnavale y a nuestro Carnaval. Al tener el origen etimológico, ya tenemos el origen también de la festividad en sí.
Don Carnal y Doña Cuaresma (El arcipreste de Hita,”Libro de buen amor”). Don Carnal es la personificación del periodo de vida mejor en donde se come y se bebe con “devoción” y Doña Cuaresma, representa la época de ayuno, de austeridad y de sacrificio en donde se prohíbe comer carne.
El Entierro de la Sardina
En el libro “Madrid en la mano” de Pedro Felipe Monlau (1850) se dice: “Antiguamente, cuando se comía de vigilia toda la cuaresma, el primer día de este santo periodo se enterraba una canal de cerdo (llamado sardina entre los tratantes de esta especie de ganado), como dando muerte o despidiéndose de la comida de carne; y de ahí la denominación de entierro de la sardina dada a esta función popular…” Es decir, que no había una sardina como tal.
Para saber más:
>> El Carnaval y sus rituales: Algunas lecturas antropológicas Joan Prat i Caros
>> El Carnaval: Análisis histórico cultural. Julio Caro Baroja.