Texto: Carolina Martín. 05.04.2012 Le apasiona capturar con su cámara las expresiones de la gente. Quizás porque siente que al hacerlo también se queda con una pequeña porción de su esencia. Ese instante congelado en el espacio y en el tiempo, sin embargo, va mucho más allá. Trasciende al momento. Y esa es la magia que el fotógrafo español Diego H. Vindel sueña en cada una de sus fotos. Por eso en todas sus historias la presencia humana ocupa un espacio protagónico.
Una mirada, unas manos o simplemente el tamaño de una zapatilla. Todo habla. Una buena imagen no sólo te cuenta el momento, va mucho más allá. Te hace ver lo que pasó unos segundos antes y lo que pasará unos segundos después“, asegura.

Y a eso se dedica desde hace más de seis años, cuando cambió toda su vida para poder plasmar en imágenes esos momentos que ya enamoraban su retina. No fue sencDiego Vindelillo pero eso nunca le importó.
Diego dejó su trabajo como ebanista para dedicarse por completo a la fotografía. Luego supo que lo suyo era documentar y entró a trabajar en un periódico en Madrid, labor que compatibilizó con el desarrollo de proyectos personales que le hicieron redescubrir su entorno. Historias como las que ilustran este artículo dan fe de ello.


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El madrileño fue testigo excepcional de la celebración del Ramadán en una mezquita sita en el área industrial de la ciudad en la que creció y vivió hasta hace poco, Fuenlabrada, ubicada a unos 25 kilómetros al sur de Madrid. Se estima que en esta región siguen este rito más de 220 mil musulmanes residentes.


Hace pocos meses Diego sintió que la capital española se le quedaba pequeña. Así que nuevamente dejó su empleo, juntó todas sus cosas en una mochila y cruzó el charco. Su primera parada ha sido Lima. Y aquí quiere quedarse al menos un año.

Para seguir haciendo lo que mejor le hace sentir: contar las historias que observa a través del lente de una cámara de la que no se separa nunca.

El Perú, de momento, le tiene fascinado. Su gente, sus colores e incluso el gris que cubre Lima en invierno, que usualmente asusta al turista que pisa por primera vez la ciudad. “Es una luz muy difusa y no produce sombras. ¡Es perfecta!“, sostiene. “¿Y después de nuestro país?”, le preguntamos de forma inevitable. Y él sonríe. “Ni idea. ¿Quién sabe? El continente es grande y son muchas las historias que ya muero por descubrir”.

Más información e imágenes en: www.diegohvindel.com

Diego Vindel
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