😳 Mariano José de Larra e hija, inventora de la estafa piramidal
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¿Quién fue Mariano José de Larra?
Mariano José de Larra (1809-1837) es una de las figuras más conocidas de la literatura española. Famoso especialmente por los artículos que publicó en la prensa de la época bajo distintos pseudónimos, pero autor también de la novela histórica “El doncel don Enrique el Doliente” y del drama “Macías”…
… Larra fue también un importante activista político, especialmente durante el convulso periodo que atravesó España en los últimos años del reinado de Fernando VII, la minoría de edad de Isabel II, las dificultades por las que atravesó la regencia de la reina María Cristina de Borbón y los destrozos que causó la cruenta disputa carlista.
Enormemente crítico con la política y las costumbres de la época, así como consumado maestro en el arte de la sátira, que utilizaba para criticar todos aquellos temas que apetecían a su ácida pluma (lo que le valió no pocos enfrentamientos con varios de sus contemporáneos), su vida personal no fue menos agitada que su actividad política.
Mariano José de Larra se casó en 1829, con apenas veinte años, con Josefa Wetoret Velasco, pero este matrimonio se rompió pocos años después. Aún así, tuvieron tres hijos: un niño, Luis Mariano, y dos hijas cuya interesante historia bien merecería un estudio individualizado.
La primera de ellas, Adela, se convertiría en una de las damas más famosas del Madrid de las últimas décadas del siglo XIX tanto por su belleza y cultura como por su fama de mujer fatal.
Mariano José de Larra, su hija Baldomera inventó la estafa piramidal
Apodada “la dama de las patillas”, su escándalo más sonado fue su conocida relación amorosa con el rey Amadeo I de Saboya durante su breve estancia en Madrid. Pero fue su hermana Baldomera la que ha sido más recordada por la Historia, aunque por razones menos estelares.
Casada con el médico del rey Amadeo, Carlos de Montemayor, se vio abocada a la ruina cuando su marido se vio obligado a huir a Francia tras la abdicación del rey, dejándola a ella sola en Madrid con sus hijos.
Entonces decidió fundar un destacado negocio que se considera hoy en día como la primera estafa piramidal de la historia. En este negocio, llamado la “Caja de Imposiciones”, empezó, según se cuenta, cuando Baldomera pidió a una vecina que le prestara una onza de oro prometiéndole que le devolvería el doble.
Así lo hizo y muy pronto se extendió por todo Madrid la noticia de este negocio “milagroso” que te daba sin esfuerzo constantemente el doble de lo que invertías, haciendo que las personas vinculadas a él pusieran en manos de Baldomera cada vez más y más dinero, llegando a manejar millones en muy poco tiempo.
Sin embargo, el dinero para pagar a los inversores procedía de las nuevas remesas; no había nada más que lo alimentara, por lo que estaba abocado a desaparecer.
Sin embargo, eso no ocurrió antes de que Baldomera, con todo el capital acumulado, huyera a Francia para huir de la policía, dejando sin nada a los inversores que le habían confiado sus ahorros.
Sin embargo, fue descubierta y extraditada a Madrid, donde fue juzgada por estafa y alzamiento de bienes. Fue condenada a prisión, pero recurrió la sentencia y gracias al gran apoyo popular que recibió por parte de las personas que sí habían ganado dinero con su negocio, fue absuelta.
No sabemos cuál fue su final, aunque parece que se fue de España rumbo a América a empezar una nueva vida y el que pagó realmente las consecuencias de su comportamiento fue su hermano, Luis Mariano, un reconocido libretista de zarzuelas que, muy a menudo, tenía que enfrentarse a los reproches públicos de aquellos a lo que su hermana había timado.
En cualquier caso, Mariano José de Larra nunca vería crecer a sus hijos. Su azarosa vida sentimental, que le llevaría a tener un desgraciado final, comenzó muy pronto. Se cuenta la historia de que, cuando era un adolescente, se enamoró de una mujer mayor que nunca respondió positivamente a sus atenciones, lo que solo sirvió para azuzar las intenciones del joven Mariano.
La persiguió hasta que se enteró de que esa mujer era en realidad la amante de su padre, un episodio que le marcó y le convenció de la crueldad de la vida y del amor, ideales clave del movimiento romántico en el que se le incluye. Posteriormente, pese a su matrimonio, empezó a tener distintas aventuras con diferentes mujeres que duraron muy poco, hasta que conoció a la persona que marcaría los últimos años de su existencia: Dolores Armijo.
Cuando Mariano José conoció a Dolores Armijo en 1830, ella ya estaba casada con Manuel María Cambronero, el hijo de un conocido y próspero abogado de Madrid.
Culta, bella y fascinante, Mariano José cayó a sus pies y comenzaron una relación adúltera que consiguieron mantener en secreto varios años, hasta que la mujer del escritor los descubrió y decidió comunicárselo también a Manuel, el marido de Dolores. Ambas parejas acabaron separadas, con gran escándalo de la sociedad madrileña y Dolores abandona la capital, cortando de forma efectiva su relación con Larra.
Pero él no la olvida y sigue buscándola constantemente. No se sabe con seguridad si en algún momento después de sus respectivas separaciones volvieron a iniciar una relación, pero sí se sabe que, a principios de 1837, Dolores está decidida a cortar toda relación con su amante y, quizá, irse a Manila con su marido, que se había establecido allí tras descubrir la infidelidad de su mujer, huyendo del escándalo.
El 13 de febrero de 1837, Larra y Dolores quedan en la casa del escritor. Larra piensa que Dolores desea, como él, retomar su relación. Pero la realidad era otra.
Esa noche, Dolores acude a la cita acompañada de su cuñada y le hace ver que nunca volverá a haber nada entre ellos, pidiéndole que deje de buscarla y que le devolviera algunos documentos suyos que tenía en su poder, probablemente cartas de índole personal.
Deprimido por su fracaso político (se había presentado a diputado por Ávila el año anterior, pero las elecciones, en las que había salido elegido, fueron anuladas) y mostrando en sus escritos una actitud cada vez más desesperada, decide que, sin Dolores, ya no tiene nada por lo que vivir.
Poco después de que ella se marchara de su casa aquel mismo día de febrero, Larra se suicidó descerrajándose un tiro en la cabeza, siendo su cadáver encontrado por su pequeña hija Adela, de cinco años.
A su multitudinario entierro asistieron las personas más importantes del arte y la cultura de las primeras décadas del siglo XIX.
La amante de Larra, ahogada
Para acabar, hay que indicar que el destino no sería mucho más benévolo con su amante Dolores.
Poco después de la muerte de Larra, siguió con sus planes de irse a Manila con su marido. Sin embargo, lo que no sabía cuando se embarcó es que nunca vería esa tierra lejana y exótica.
El barco en el que iba se hundió con todos sus pasajeros, sin que nunca se encontrara ningún superviviente. Dolores apenas sobrevivió a su desgraciado amante unos cuantos meses.
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¡Qué historia! Ni idea de que la hija de Larra fuese tan… perspicaz jejeje