El concepto brecha digital
Las tecnologías de la información y la comunicación han favorecido el acercamiento entre personas y entre personas y conocimientos; ya no importa el lugar ni el momento donde se genere la información pues el acceso es prácticamente instantáneo.
Pero la llegada de estas nuevas tecnologías también ha supuesto el levantamiento de nuevos muros, es lo que se denomina brecha digital, que no es si no el reflejo de las realidades sociales, económicas, políticas y culturales preexistentes en las diferentes sociedades, pero referida al diferente grado de acceso a la tecnología por los diversos grupos humanos del planeta.
Cuando se habla de brecha digital se tiende a establecer una simetría en la línea de cuando se analizan las diferencias entre países ricos y países pobres.
Esto es cierto pues efectivamente existe una correspondencia real.
En este sentido, los mayores niveles de penetración de las nuevas tecnologías se corresponden con aquellos países que presentan un mayor índice de desarrollo humano como son Japón, Estados Unidos, Canadá, Australia o gran parte del continente europeo. Sin embargo, la brecha digital va mucho más allá.
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Así, a nivel interno de cada país, la primera gran ruptura la hallamos en la pertenencia de los individuos a unos u otros grupos de edad.
En los países desarrollados, existe un importante grado de asimilación de las nuevas tecnologías en las rutinas diarias entre aquellos que nacieron en plena “era digital” y los que nacieron y crecieron en una época previa a la generalización de internet y las nuevas tecnologías.
Esta evidencia la podemos corroborar todos con tan solo observar nuestro círculo de amigos, familiares, etc. Junto a ello, el factor socioeconómico es el otro gran aliado de la brecha digital en el mundo desarrollado; es de lógica que aquellos con menos recursos muestran un grado de acceso, aprendizaje y uso de las nuevas tecnologías menor.
Factores de los que depende la brecha digital
Pero la brecha digital también depende de otros factores como el nivel de infraestructura de telecomunicaciones e informática implantado en un país o, en definitiva, de cuestiones políticas. Así, mientras que en algunas áreas de China aún no conocen la televisión, en otras partes del mismo país se consumen las nuevas tecnologías a un ritmo propio de las sociedades más avanzadas (y consumistas), a la vez que el gobierno mantiene un férreo control sobre el acceso a internet.
Otro buen ejemplo es Corea del Norte, dónde es el hermético régimen comunista el que limita e incluso prohíbe el uso de internet.
La situación se agrava cuando los asuntos políticos se entremezclan con cuestiones de tipo religioso y cultural, como ocurre en la mayor parte de países árabes en los que religión y política “van de la mano” y son las creencias religiosas las que “empujan” a los diferentes gobiernos a limitar el acceso a internet y las nuevas tecnologías.
Como vemos, la brecha digital hay que entenderla en términos de capacidad que poseen los individuos para el acceso, aprendizaje y asimilación de las nuevas tecnologías en sus vidas diarias, no sólo desde el punto de vista tecnológico, si no que presenta múltiples condicionantes de corte social, económico, político, cultural e incluso religioso.
Su reducción o, mejor aún, su desaparición, deberá por lo tanto pasar por soluciones globales, integradoras…y difíciles.