El extraño caso del doctor Jekyll y del señor Hyde Markheim, el relato inspirador

En multitud de ocasiones seha podido escuchar la analogía “Jekyll y Hyde” en boca de personas que no solo desconocen la novela en la que se originó sino que, ante una pregunta directa, no sabrían decir con certeza cual de los dos nombres corresponde a la parte mala y cual a la buena

He aquí una breve reseña de la obra en la que se fundamenta:

Jekyll y Hyde interpretado por Richard Mansfield

Jekyll y Hyde interpretado por Richard Mansfield


En la imagen el actor Richard Mansfield interpretando
a unos tempranos Dr. Jekyll y a Mr. Hyde” 


El extraño caso del doctor Jekyll y del señor Hyde escrita en 1886 por Robert L. Stevenson, es la novela del “doble” por excelencia, es también una alegoría moral en forma de historia de misterio.

En ella los dos extremos –el bien y el mal– se hallan en una sola persona, el médico Henry Jekyll, que descubre una sustancia química capaz de transformarlo, primero a voluntad y después incontroladamente, en el malvado mister Hyde, capaz de realizar las acciones horrendas que Jekyll no se atreve a cometer, sometiendo a este último progresiva y totalmente.

Todo ello narrado a través de un testigo de los acontecimientos, el notario Utterson, y por medio de una cuidada ambientación en un Londres fantasmagórico.

Breve, directa y con un estilo in crescendo, se trata básicamente de una novela moralista sobre la dualidad humana y sobre las posibilidades de la ciencia en el campo psicológico-anatómico, todo ello muy característico de la mentalidad decimonónica.


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Con toda seguridad, los aficionados al género conocerán que R. L. Stevenson sobresalió fundamentalmente por sus novelas cortas o cuentos fantásticos en forma de alegoría moral.


Menos probable es que, además de El extraño caso del doctor Jekyll y del señor Hyde, conozcan otro cuento anterior del mismo autor que le sirvió de fuente de inspiración para crear su obra más universal, y cuyo nombre es Markheim.

Markheim, un precedente de Jekyll y Hyde 

También ambientada en un Londres ficcional, se nos narra la subyugante historia del protagonista homónimo, en la que éste asesina a un anticuario en la soledad de su trastienda.

A partir de este momento, el asesino pasa por un intenso periodo en el que los ruidos, los defectos del plan, las presencias que capta, la visión del cadáver, los recuerdos y, sobre todo, los siniestros sonidos le atormentan y le confunden.

Hasta que, en un momento de sosiego, entra en el cuarto una presencia que por su naturalidad y difuso parecido horroriza a Markheim.

Dicha presencia, perturbadora, se presenta ambiguamente ligada a la figura de un demonio o bien a un desdoblamiento (o “doble”) maligno del protagonista, invitándole a culminar el delito y a huir apresuradamente.

El desenlace es ejemplar, inesperado y, por tanto, sorprendente, no exento de cierta ambigüedad.

Se configura de ese modo una obra breve e intensa, que atrapa al lector progresivamente ubicándolo en un lugar que parece más allá del mundo, en un tiempo extraño y tortuosamente lento, con una presencia desconcertante y con un final a la altura del mismísimo Allan Poe.

Y tras una y otra novela no sería pertinente eludir una reseña del autor, el escocés R. L. Stevenson, al cual hay que destacar como un escritor versátil, dotado de un talento romántico capaz de abordar con maestría distintos géneros literarios, entre los que se encuentran los libros de viajes, el citado género fantástico, la novela de aventuras, la poesía y el ensayo. Autor de novelas tan conocidas y leídas como La Isla del Tesoro,

Las aventuras de David Balfour y Weirde o la inconclusa Weir of Herminston (otra analogía con Poe). La vida de Stevenson estuvo marcada por la enfermedad, lo que le obligó a viajar constantemente en busca de un clima benéfico para la salud.

En el último de sus viajes a Samoa (conocido es que los nativos le llamaban “Tusitala” o ‘el que cuenta historias’) R. L. Stevenson murió a finales de 1894 y fue enterrado en la cima de la montaña de Valima.

En fin, el que todavía hoy R. L. Stevenson se lea con interés y pasión se debe probablemente a que supo expresar los mitos y símbolos eternos, en lugares ignotos y con una trama argumental muy sugestiva.

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Daniel Garcia
Daniel García García. Nacido en Vitoria, aunque castellano de adopción, se licenció en la Universidad de Valladolid en las ramas de Historia y Literatura Comparada y Teoría Literaria. Actualmente trabaja en la Universidad de Sevilla.

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