🏁 grandes rivalidades en la Formula 1: Lauda/Hunt Senna/Alain Prost
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“25 pilotos comienzan cada temporada la formula 1 y cada año mueren dos.
¿Qué clase de gente se dedica a esto? Gente normal no, seguro.
Rebeldes, lunáticos, soñadores, gente desesperada por dejar huella, dispuesta a morir por ello…
No sé por qué se le da tanta importancia, solo somos pilotos tocándonos las pelotas.
Para mi es algo normal pero otros creen que hay algo más profundo…”
Rush
El que habla de este modo es el piloto austriaco Niki Lauda y así es como comienza Rush, la última gran película sobre la formula 1, desmitificando un espectáculo que, a continuación y durante las siguientes dos horas, encumbra como una de las locuras más románticas de los tiempos actuales.
Dirigida por Ron Howard, Rush narra la rivalidad entre Lauda y James Hunt cuyo punto álgido fue el campeonato de 1976.
La calidad de la cinta es excepcional, cualquier aspecto está cuidado hasta el último detalle: la narración resulta eficaz y vibrante, las caracterizaciones y la ambientación resultan inesperadamente creíbles, las escenas de las carreras son insuperables… nos sumergen en lo que se ha venido en llamar el espíritu de la época. En el espíritu de las carreras justo cuando empezaban a entrar los millones de los grandes patrocinadores.
Pese a ciertas licencias el acercamiento a la antagónica personalidad de los dos protagonistas es meritoria: la tozudez, profesionalidad y sensatez de Lauda; la ligereza, el hedonismo e intrepidez de Hunt.
El cerebral austriaco y el playboy inglés
Luchando en cada curva. Precisamente, persiguiendo a Hunt, en una curva mojada del mítico Nürburgring, se produjo el dantesco accidente en el que Lauda a punto estuvo de morir calcinado.
Son los momentos más emotivos de la película: las quemaduras en la cara, la rehabilitación posterior, el impresionante regreso a los circuitos poco tiempo después, el tormentoso desenlace del campeonato en Japón… Una recreación genial cuyo acierto principal es mostrar la esencia de las carreras de coches, la visión idealizada, la visión realista, y en hacerlo con credibilidad.
Grand Prix
Antes de Rush hay que remontarse a 1966 para encontrar otro clásico de esos que arrebatan a los amantes de la velocidad. En Grand Prix, de John Frankenheimer, se narra la lucha por el campeonato del mundo de formula 1 ambientada en los años sesenta, la época más pura y peligrosa. Situaciones y personajes son imaginarios pero unos y otros se basan en la realidad, de hecho, hay varios cameos de pilotos en activo como Graham Hill o Jack Brabham.
Nueve carreras y cuatro contendientes: el austero irlandés, el italiano alocado, el veterano francés y el arrogante estadounidense. Todos distintos aunque con un solo objetivo: ganar. La tragedia y la muerte, la rivalidad y el compañerismo se entremezclan en un film extraordinariamente rodado, bien contado y muy realista, solo entorpecido por una repetitiva banda sonora.
Al igual que en Rush la vida privada de los pilotos comparte protagonismo con la acción en pista. Como factor decisivo en sus carreras, el tipo de relación que mantienen con las mujeres aparece en toda su variedad: la mujer como apoyo, como un entretenimiento, como distracción o como un factor más de competencia entre pilotos, acostumbrados como en ninguna otra profesión a vivir deprisa.
Revisando la filmografía sobre la formula 1 constatamos que no hay nada reseñable aparte de Rush y Grand Prix. El motivo tal vez sea el alto coste y la dificultad técnica de rodar escenas con monoplazas, porque el atractivo que las carreras ejercen sobre el público está fuera de toda duda. Ya lo sabían en Roma, cuyo espectáculo más popular eran las carreras de cuadrigas del circo romano (inmortalizadas en la película Ben-Hur).
Acerca del aura que rodea el automovilismo se pueden aducir varios porqués, está el peligro acechante de una muerte horrenda; la atracción de la velocidad; la ambición de vencer; el glamour y la vanidad de un espectáculo sin más sentido que la pura diversión; la juventud, temeridades y enemistades de sus contendientes… Un cóctel fascinante que se ha desgranado durante las diferentes décadas a través de grandes rivalidades.
La década mágica. Ayrton Senna y Alain Prost
Y si de rivalidades hablamos, quizás ninguna, y en ningún otro deporte, haya superado en intensidad y dramatismo a la que mantuvieron el brasileño Ayrton Senna y el francés Alain Prost. A la espera de que Hollywood se decida a rodar el proyecto que desde hace años permanece en espera, habremos de conformarnos con la literatura.
La década Mágica, Paco Costas
Y de entre los libros que rememoran aquel duelo sobresale una obra española titulada La década mágica, en referencia a la década que va desde el debut de Senna en 1984 hasta su trágica muerte en 1994, y escrita por el avezado reportero Paco Costas, testigo de los hechos y auténtico pionero en un deporte sin apenas repercusión en España.
En este jugoso libro, el periodista realiza un entretenido recorrido por la historia del automovilismo para centrarse en el relato de los entresijos de aquella década fascinante en la que convivieron tantos y tan grandes pilotos como Keke Rosberg, Nigel Mansell, veteranísimos como Niki Lauda y Nelson Piquet, veloces pipiolos como Michael Schumacher o Mika Häkkinen y, sobre todos ellos, Ayrton Senna y Alain Prost.
Ayrton Senna El aspirante brasileño, más joven, de una dedicación obsesiva, místico y creyente, sentimental, locuaz y encantador. Sobre la pista no conocía la piedad y no dudaba a la hora de adelantar aún a costa de la seguridad, su temeridad se convirtió en legendaria.
Seguramente bajo la lluvia y a una sola vuelta (sus vueltas de clasificación en los últimos minutos de las sesiones eran inigualables) no ha habido un ser humano más veloz.
Alain Prost, el francés, más experimentado y cerebral. Más político también. Un grandísimo piloto que destacaba en desempeño en carrera, diestro, certero y tan concienzudo que se ganó el apodo de “profesor”. Un ganador sin puntos débiles como lo es Fernando Alonso en la actualidad.
Uno y otro luchando en el punto culminante de sus capacidades, al límite tanto dentro como fuera de la pista, bordeando y cruzando la frontera que separa la rivalidad del odio visceral y obsesivo, el arrojo de la temeridad.
Su etapa como compañeros en McLaren fue breve y tan turbulenta como fascinante: luchando por las milésimas de segundo, hubo adelantamientos, polémicas descalificaciones, victorias admirables, intrigas políticas, discusiones, choques premeditados… ¿Cómo resumir todo lo ocurrido en aquellas temporadas mágicas? Les remito al libro.
En 1994, Prost se retiraba definitivamente como campeón del mundo y cedía su puesto en Williams, el mejor equipo de la época, a Senna.
Justo entonces, cuando ambos habían logrado conciliar sus odios de años, fue cuando Senna encontró la muerte en el circuito de Ímola. El relato de los hechos por parte de Paco Costas es ciertamente muy emotivo, sin alardes literarios, su crónica de aquel fin de semana negro logra conmover hondamente al lector.
Un colofón extraordinario para una obra insuperable.
Senna, el documental
Para terminar este recorrido automovilístico no podemos pasar por alto un documental sobre el piloto al que la muerte convirtió en inmortal, el más grande, carismático y veloz sobre la faz de la tierra. Como es obvio, hablamos de Senna y de la obra maestra dirigida por Asif Kapadia.
Encantará a los amantes de la formula 1 y también a los apasionados de las buenas historias porque se construye como si de un largometraje se tratase, con la mirada puesta sobre el lado humano.
Cada declaración, cada imagen y cada sonido están pensados para emocionar, de todo ello se desprende una intensidad fabulosa que acompaña al espectador en todo momento, a veces hasta la lágrima.
La figura de Senna trasciende la dimensión del piloto, aparece como un ídolo y casi como un revolucionario enfrentado al establishment y a los intereses económicos y políticos que contaminaban (y contaminan) la competición.
Al respecto, Alain Prost y la crítica francesa han censurado el documental por maniqueísmo. Es innegable, ahora bien, nadie puede medirse con el magnetismo que desprende la figura de Ayrton y por eso mismo Senna es de visionado casi obligatorio.
A pesar de que la formula 1 seguirá consistiendo en un puñado de coches que luchan entre ellos una vuelta tras otra, como decía Lauda, lo hemos visto, es también mucho más. Son vidas vividas deprisa, en el límite.
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