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La historia del matrimonio ADOLFO BIOY CASARES Y SILVINA OCAMPO
No es ninguna novedad que un halo de misterio siempre rodeó la relación de este peculiar matrimonio. Será quizás porque Silvina le llevaba once años a Adolfo y era la menos agraciada de sus seis hermanas.
Silvina Ocampo llegó a la vida de Adolfo Bioy Casares a través de la madre del escritor: Marta, con quien mantuvo una amistad íntima hasta que Marta falleció.
La primera vez que Silvina vio a Bioy Casares
Según las propias palabras de Silvina Ocampo, la primera vez que vio a Adolfo su corazón se paralizó para siempre, lo percibió tan bello como un Dios y desde aquel día ya no dejó de pensar en el. Incluso llegó a soportar un sinfín de infidelidades y criaría a Marta, hija extramatrimonial de Bioy con una costurera, como a su propia hija.
Silvina Ocampo. Las penas con pan…
A pesar de la inmensa fortuna de su familia y de su posición acomodada que le permitió acceder a una educación de estirpe y viajar por el mundo, Silvina Ocampo llevó una vida triste y tormentosa. Ella sabía perfectamente la reputación que tenía Adolfo ante las mujeres y; a pesar de que pasaron siete años de novios en los que le perdonó un engaño tras otro, cuando él le propuso casamiento, no lo dudó y aceptó.
Cada noche las cenas del matrimonio gozaban de la infaltable compañía de Georgie (Jorge Luis Borges) con quien Adolfito, como lo llamaban sus allegados, debatía constantemente sobre el mundo, la existencia y hacían chistes intelectuales ante la mirada esquiva y el silencio de Silvina.
También cada noche los acompañaba el suegro de Silvina. El jamás la aceptó. Creía que su amistad con Marta era demasiado íntima, pero todo empeoró cuando Silvina se casó con su hijo a quien le llevaba sus buenos años y no podría hacerlo abuelo.
Luego de varios años el matrimonio viajó a Pau, Francia y allí Silvina volvió con una hija legal, Marta, la hija extramatrimonial de Adolfito quien le suplicó que criara la niña.
Tan grande era el amor de Silvina, que no solo le perdonó su infidelidad sino que crió a Marta como sangre de su sangre, dejando florecer su instinto maternal.
Silvina entre las sombras
Pero la vida de Silvina transcurría casi en las sombras, relegada por sus hermanas, y por los genios que cada noche cenaban en su mesa sin siquiera notar su presencia. Quizás todos estos hechos llevaron a la menor de las Ocampo a detenerse en la vida de los desconocidos, a husmear en los rincones las vidas de aquellas personas sin trascendencia y crear así sus maravillosos cuentos.
Una de las grandes compañeras y amigas de Silvina y con la que más se identificó fue la poeta Alejandra Pizarnik. Con ella se sentía libre, podía ser ella misma. Alejandra también era una más de esas relegadas, una criatura poco agraciada y abandonada que encontró su refugio en las letras.
Al igual que en los poemas de Alejandra donde los enigmas espeluznantes rozaban la muerte, los cuentos de Silvina no eran más que sepulcros breves adornados con elegancia.
El monstruo de dos cabezas
Luego de siete años de noviazgo, cuando Bioy Casares le propuso matrimonio a Silvina , ella aún se preguntaría por qué la había elegido justamente a ella que, a pesar de ser creativa, elegante y graciosa, nada tenía de belleza y su sexualidad siempre estuvo en tela de juicio.
Silvina sospechó que la había elegido por razones literarias o quizás porque en ella encontraba algo de su madre…
Lo cierto es que la pareja se convirtió en un monstruo de dos cabezas que algunos llamarían matrimonio.
Cada uno de ellos existió y se destacó por su cuenta, no obstante, conformaban una dupla magnética. Silvina aceptó y le perdonó todo y; Adolfo, a pesar de sus tropiezos extramatrimoniales, siempre regresaba a sus brazos.
El matrimonio llegó a escribir en conjunto, en 1946 compartieron la coautoría de la novela policial “Los que Aman Odian”, en la cual Ocampo se esforzó por adaptarse a la trama misteriosa característica de Bioy Casares, la cual se develaba de un modo rigurosamente controlado.
En este aspecto Silvina quedó atrás, no pudo competir con Borges en este terreno y perdió la complicidad literaria de aquel hombre al que veneraba.
Luego e aquel intento de escribir conjuntamente, Silvina se abocó a los misterios que quedaban flotando en el ambiente, los cuales escribía en esas horas de absoluta soledad.
El Ocaso del amor entre Silvina Ocampo y Adolfo Bioy Casares
Silvina Ocampo falleció en 1994 y menos de un mes después, Marta, su hija, aquella a quien Silvina sintió como propia y despertó su instinto maternal, murió atropellada por un automóvil. Adolfito las sobrevivió cinco años.
En más de una oportunidad dijo que era Silvina quien lo había abandonado a él y cuanto se arrepentía de no haber sido diferente, de no haberle dedicado más tiempo a aquella mujer que respiraba su aire y pisaba sus pasos.
La extraña relación de esta pareja no se pareció a ninguna otra.
Un monstruo de dos cabezas, dos genios literarios que podrían haberse complementado, de no haber sido por Georgie quien todo lo eclipsaba.
Una relación que lejos de ser una amistad o afinidad literaria fue un amor agitado que ambos vivieron intensamente hasta el final.
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