Teotihuacán historia y cultura

A poco más de 40 kilómetros al noroeste de Ciudad de México se sitúa una de las mayores sorpresas que alberga aquel bello país, Teotihuacán.

Declarada patrimonio de la humanidad, esta morada de los dioses, según la traducción de la lengua náhuatl, es una de las mayores ciudades de la antigüedad mesoamericana, sin duda, una de las más misteriosas e imponentes.


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Teotihuacán

Teotihuacán

Teotihuacán es una ciudad mitológica, ciudad en ruinas, la leyenda de la creación de Teotihuacán fue recogida por el franciscano Bernardino de Sahagún de boca de los nobles aztecas. Este auténtico etnógrafo, antropólogo también, del siglo XVI acertó a plasmar por escrito la leyenda de la creación del Sol y de la Luna:

“Antes de que hubiera luz en el mundo se juntaron todos los dioses en el lugar de Teotihuacán. Allí decidieron que el más rico –Tecuciztecatl- se encargaría de alumbrar el mundo, mientras que el más débil –Nanauatzin- le ayudaría, quedando ambos como en penitencia a la luz de una hoguera a la que se habrían de arrojar. El rico, Tecuciztecatl, no osó echarse dejando a Nanauatzin ser el primero en entrar en la hoguera, cuyo ejemplo siguió a continuación. Con ambos quemados, los dioses esperaron sin saber por dónde aparecerían hasta que vieron salir a la par al Sol, el dios débil, y a la Luna, el dios rico. Ambos lucían implacables e inertes en el firmamento, la Luna sería oscurecida, pero para moverlos se sirvieron del viento, que los separó creando el día y la noche, siendo necesario también que murieran todos los dioses allí congregados”

 

Teotihuacán recreación

Teotihuacán recreación

Vemos así que detrás de la leyenda se esconde la noción de que los grandes astros necesitan de un impulso exterior: los dioses utilizaban el viento mientras los hombres se servían la sangre y los corazones de los sacrificios para acelerar su actuación.
Del mito pasamos a la realidad ¿Qué se sabe del origen de una de las primeras ciudades de México? Realmente, no existe una respuesta clara al respecto, Teotihuacán es un problema arqueológico, antropológico e histórico.

Algunos estudiosos piensan que los constructores de la ciudad fueron los antiguos olmecas; otros opinan que fueron los toltecas, que adoptaron Teotihuacán como ciudad santa, aunque su llegada al valle de México fue muy posterior a las grandes construcciones; sin embargo, lo más probable es pensar que hubo unos pobladores aún más remotos que los anteriores, algunos años antes de Cristo, a los que se ha venido a denominar teotihuacanos.


Dado que hacia el siglo III de nuestra era ya se habían construido las dos grandes pirámides, la Ciudadela y la calzada de los Muertos, es obvio que Teotihuacán fue anterior a la cultura maya (en su época clásica, al menos) y, probablemente, los influenció.

Busto quetzalcoatl Teotihuacan.

Busto quetzalcoatl Teotihuacán

Sahagún confirma que era una ciudad santa, donde los poderosos querían ser enterrados en pequeños montes con modestos ajuares, tal vez siguiendo el ejemplo de aquel dios pobre que se había convertido en Sol.

Las similitudes con las pirámides de Egipto son abundantes en apariencia, tanto que algunos han sugerido descabelladas teorías al respecto, pero las pirámides precolombinas eran truncadas y servían de basamento para el templo que se situaba en la plataforma del extremo superior de la misma. Se puede afirmar que las pirámides de Teotihuacán eran enormes pedestales para los templos, cuyo germen se encontraría en los montículos de tierra construidos por los indios del centro de Estados Unidos, región, no olvidemos, por donde pasaron todos los pueblos emigrantes que terminaron por instalarse finalmente en México y más allá.

Según el español Torquemada, alrededor de las magníficas pirámides del Sol y de la Luna, había más de dos mil pequeñas construcciones de piedra ricamente decoradas y pertenecientes a hermanos y hermanas del Sol y la Luna, de lo que se puede colegir que los constructores de la ciudad se organizaban en cofradías o agrupaciones dedicadas al culto de los astros allí creados.

La pirámide del Sol es poco menor que la de Kéops, de 64 metros de altura y con una base de más de 45 mil metros cuadrados, mientras que la pirámide de la Luna alcanza una altura de 42 metros. El núcleo de ambas es de adobe revestido de estuco o piedra, con frisos decorativos de diferentes tipos.

También destaca el llamado templo de de Quetzalcoatl (identificado con el dios Viento que se encargó tanto de la eliminación de los antiguos dioses como de obligar al Sol a moverse). Aquel templo es muy posterior a los anteriores, fue construido por el rey tolteca de Tula hacia el siglo IX después de Cristo.

Pero ¿Quién fue el dios titular de Teotihuacán? Hoy día sigue siendo un misterio, si bien se sospecha que fue Tlaloc, el dios del agua. Los nombres de las grandes pirámides del Sol y de la Luna son de época azteca, antes, los toltecas dedicaron su templo al culto doble de Tlaloc y Quetzalcoatl, es decir, al dios del lugar y a su dios; y las estatuas que coronaban las cumbres del llano serían seguramente para adorar al dios de la Lluvia que allí moraba.

Esta cuestión es solo una más de las aristas del desconocido origen de Teotihuacán. Una ciudad tan remota, habitada por tan distintas culturas a lo largo de los siglos que la interpretación de sus templos, sus estatuas e ídolos, de sus frescos y de su iconografía en general supone un problema, uno al que, de hecho, los investigadores están todavía lejos de solucionar satisfactoriamente.

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Daniel Garcia
Daniel García García. Nacido en Vitoria, aunque castellano de adopción, se licenció en la Universidad de Valladolid en las ramas de Historia y Literatura Comparada y Teoría Literaria. Actualmente trabaja en la Universidad de Sevilla.

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