👑 La Verdadera Historia de los REYES MAGOS de ORIENTE
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La historia de los Reyes Magos de Oriente fue escrita hacia el año 70 después de Cristo en arameo.
Ese texto no se ha conservado, pero ha llegado hasta nosotros porque fue traducido al griego, que era el idioma más utilizado en la época en la cuenca del Mediterráneo. La Historia de los Reyes Magos se encuentra en el Evangelio según San Mateo (2,1-12).
Contamos la historia de los Reyes Magos en la radio
Canal autonómico de Extremadura. Programa La Sábana
Los magos (o magusàioi) llegados de Oriente
De los cuatro Evangelios, solo Mateo nos cuenta este pasaje, cuando en tiempos de Herodes III el Grande, y habiendo nacido Jesús en Belén de Judea, llegaron allí en busca del Rey de los Judíos unos magos (magusàioi) venidos desde Oriente, siguiendo una “estrella” que les guiaba por el camino.
Un interesante documental sobre los Reyes Magos:
Sin embargo, en el texto de San Mateo no se les nombra ni como “Reyes”, ni como “Magos“, ni siquiera por los nombres como los conocemos: Melchor, Gaspar y Baltasar. La idea de que uno de ellos era negro, o que eran tres, es producto de la imaginación o de la literatura posterior.
Pero hay otras cuestiones curiosas en torno a esta historia. La larga tradición nos ha traído estos elementos identificadores que no se encuentran escritos. Algunos historiadores apuntan que se puede tratar de añadidos en la traducción griega del arameo a la historia que, escrita por Mateo, fue utilizada por Marcos y, más tarde, por Lucas.
Otros estudiosos afirman que se pudo obviar el ofrecer datos tan concretos sobre quiénes eran los Reyes por considerarlo ambiguo o comprometido. Algo que parece carecer de base si se piensa que el texto está escrito muchos años después de que acontecieran los hechos. También se ha considerado curioso que los primeros paganos (“primitia gentium”, los primeros entre los paganos en adorar y reconocer al Señor) que fueron a venerar al Salvador fueran Reyes, y lo que resulta más chocante, que fueran “Magos“. La clave de todo esta asunto puede encontrarse en el acierto de los traductores latinos del Nuevo Testamento que llevaron el texto a esa lengua, entre ellos San Jerónimo que en el siglo IV tradujo las Escrituras del hebreo al latín, quizá el primero que los identifica como Magos.
¿Pero a qué se llamaba magos, “magusàioi“?
En tiempos del nacimiento de Jesucristo, los magusàioi eran adivinos y astrólogos, de origen caldeo, es decir, del área sirio-mesopotámica, lo que desde Judea suponía el Este geográfico. Así las cosas, el término magusàioi designaba a los charlatanes que practicaban algún tipo de magia, que practicaban la antigua ciencia de los Magû, tribu seguidora de Zaratrusta, que reunía las prácticas mágicas, astrológicas o adivinatorias del mundo persa.
Oro, Incienso y Mirra: La explicación”?
El oro, el incienso y la mirra nos llevan hasta la llamada “Ruta del Incienso“, una ruta que se extendía desde el Océano Índico, subiendo por la península Arábiga, trayendo hasta el mediterráneo productos del Asia Central. La única ruta capaz de traer hasta el portal de Belén esas mercancías.
El oro representaba el signo de la realeza. El incienso, el sacrificio y la mirra era una representación funeraria
Siguiendo el relato apócrifo, esto es, cualquier libro que se atribuye a un autor sagrado, pero no está incluido en el canon de la Biblia, del Protoevangelio de Santiago o el llamado Evangelio armenio de la infancia (un texto datado en el siglo V o VI, y otros escritos, se fecha el nacimiento de Cristo un 6 de enero y la visita de los Reyes tres días después. En esos textos se nombra a tres Reyes, Melkon, rey de los persas, Gaspar, rey de los Indios y Baltasar, rey de los árabes. Lógico es pensar que las mercancías o presentes que le entregaron al Salvador procedían no solo de la ruta propia de distribución de esos productos, sino de su lugar de procedencia como reino. El oro representaba el signo de la divina majestad y de la realeza.
El incienso simbolizaba el sacrificio y la mirra era una representación funeraria, que ponía de manifiesto la fragilidad humana.
El Pesebre del Nacimiento
San Jerónimo, como decíamos pieza clave en la traducción del texto que nos trae la llegada de los reyes magos, habla de “praesepe” o “praesepium”, que podríamos traducir como pesebre, lugar según el cual los Evangelistas indican el objeto sobre el que fue depositado Jesús al nacer. Es esta la única y misma indicación que dieron los cuatro Evangelistas, localizado en una gruta de Belén, que San Jerónimo visitó en el siglo IV, momento en el que dejaba de estar en manos de los paganos que celebraban allí la fiesta o culto de Atis.
Curiosamente entre estos ritos se incluía la presencia de un buey y un asno. El pesebre o el lugar de la Natividad, ahora epicentro de la basílica constantiniana de Belén, en la que los peregrinos entraban para rascar, de las paredes, el carbonato cálcico que se convertía en una reliquia conocida como “leche de María“, a la que se concedía el poder de proteger el periodo de lactancia para las madres.
Los Reyes Magos
Melchiar, Melchor, era el rey de Nubia y de Arabia. Jaspar, Gaspar, era el rey de Tharsis y de Egriseula. Y Balthasar, Baltasar, rey de Godolia y de Saba. Según la tradición, los tres permanecieron vírgenes toda su vida. Aunque hablaban diferentes idiomas, fueron conducidos en dromedarios, por la estrella, que se detuvo tras trece días de camino frente al portal, el lugar del nacimiento del rey de los judíos, el Mesías.
La Estrella les había guiado hasta allí recorriendo un camino sinuoso, extraño… Cuando, terminada su misión, deciden volver la Estrella ha desaparecido, ya no les guiaba. Otra leyenda dice que tardaron trece años en regresar a sus reinos, se desconoce lo que les entretuvo por el camino. La Estrella volvió a aparecerse, pero como presagio del fin de los días de los reyes sobre la Tierra. Melchor murió a los 116 años de edad, Gaspar a los 112, cinco días después que el anterior; y Baltasar a los 109, seis después que Gaspar. Fueron enterrados juntos y mientras la estrella brillaba sobre el cielo, sus cuerpos permanecieron incorruptos.
Las Reliquias de los Reyes Magos
Un 1 de junio del año 1164 Federico Barbarroja ordenó llevar, desde la iglesia de San Eustorgio de Milán hasta Colonia, las reliquias de los Reyes Magos, es decir, sus cuerpos. Fueron depositados en la iglesia de San Pedro. Se hallaban en Italia desde el siglo IV, cuando el noble griego Eustorgio había llegado a Milán enviado por Constantino, habiendo sido proclamado obispo y recibiendo como regalo, al parecer por sus bondadosas obras, las reliquias de los Magos de Oriente. El culto a los Reyes Magos en occidente data del siglo XII. A partir del siglo siguiente comenzaron a desarrollarse representaciones teatrales en torno a su figura. La Historia, que había sido compuesta por un sinfín de datos más o menos contrastados, fue finalmente escrita entre 1364 y 1374 por Juan de Hidelsheim, un prior carmelita alemán en la Historia Trium Regum, basada en la Historia Scholastica de Pedro Comestore escrita en el lejano siglo XI.
Artabán, el cuarto Rey Mago
Aunque no aparece reflejado en el Evangelio de San Mateo, la tradición nos habla de un cuarto Rey Mago, de nombre Artabán. Cierta o no, la historia es apasionante. El propósito del Rey Artabán era unirse a los otros tres Reyes en el camino que la estrella indicaba para adorar al niño Dios nacido. Mientras lo hacía, se cruzó en su camino con un anciano que necesitaba ayuda. El anciano estaba enfermo, solo y desamparado. Artabán dudó, si atendía al anciano acompañándole, perdería el tiempo suficiente como para llegar tarde a su encuentro con Melchor, Gaspar y Baltasar.
Es posible que Artabán ni siquiera supiera qué Reyes estaban en camino, solo sabía seguir la estrella, tal cual estaba escrito en los designios.
Artabán decidió atender al anciano y, por lo mismo, se retrasó en su viaje. Cuando quiso llegar, el niño Jesús ya había nacido. Es más, María y José, junto a Él, ya habían emprendido el camino a Egipto, huyendo de las atrocidades que Herodes había ordenando, mandando matar a todos los recién nacidos. Al igual que Melchor, Gaspar y Baltasar llevaban Oro, Incienso y Mirra para obsequiar al hijo de Dios, el presente que portaba Artabán eran piedras preciosas que, lógicamente, no pudo entregar.
Artabán decidió seguir los pasos de Jesús, pero no pudo encontrarle. Sí que durante su travesía, encontró a muchas personas que necesitaban ayuda. Todas la piedras preciosas que poseía las fue vendiendo para atender a las gentes necesitadas.
El fin de la historia de Artabán, una enseñanza noble
La leyenda de Artabán continúa explicando el periplo del Rey en busca de Jesús. Una búsqueda infructuosa que le llevó a recorrer los caminos del desierto durante 33 años. Tiempo en el cual, siguió ayudando a todo aquél que se lo solicitara, o a quien encontraba en dificultades.
33 años después de comenzado el viaje, Artabán llegó al monte Gólgota, donde había escuchado se crucificaría a un hombre que se decía ser hijo de Dios, el Mesías enviado por el Altísimo para salvar a la Humanidad de sus pecados.
Artabán solo contaba con un rubí. A pesar de todo, recorrió el camino hacia el Gólgota con la esperanza de encontrarse con Jesús. Justo cuando estaba a punto de llegar, se cruzó con una mujer que iba a ser vendida como esclava para pagar las deudas que había contraído su padre. Artabán no pudo evitar ignorar tamaña injusticia y, con ese último rubí, pagó la libertad de la joven.
Apesadumbrado, Artabán se sentó en la plaza, sin llegar hasta lo alto del monte donde iban a crucificar a Jesús de Nazaret.
Fue, en ese momento, cuando el estrépito sobrevino. Tembló la tierra y los cielos crujieron. Allí, abatido, Artabán escuchó la voz de Jesús: “Tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, estuve desnudo y me vestiste, estuve enfermo y me curaste, me hicieron prisionero y me liberaste“.
Artabán, atónito, preguntó en voz alta: ¿Cuándo hice yo eso?. La voz de Jesús, le respondió: “Todo lo que hiciste por los demás lo hiciste por mí”.
Para saber más:
“La Storia dei Re Magi”. Giovanni Di Hildesheim. Florencia 1966.
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