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Seamos serios, el Premio Nobel ya no es lo que era, y quizá nunca fuera lo suficientemente ‘honorable’, pero se nos ofrecía como un galardón prestigioso, que sobre todo prestigiaba al laureado. Sin embargo, hay motivos para pensar lo contrario. El Premio Nobel de Literatura, por ejemplo, quedó vacante en 2018 por los escándalos que salpicaron a la Academia tras las acusaciones de acoso sexual por parte de 18 mujeres (esposas, hijas y trabajadoras de la Academia publicados en el diario Dagens Nyheter) contra el dramaturgo y fotógrafo Jean-Claude Arnault, casualmente esposo de la académica Katarina Frostenson, y al que la Academia financiaba y apoyaba artísticamente. Acusaciones que hicieron que la sociedad sueca se ruborizara escondiendo la cabeza por sucesos que llevaban dos décadas produciéndose. A partir de ahí, se produjeron las suficientes dimisiones como para que se quedaran sin el quorum necesario para elegir al Nobel de Literatura de 2018.
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Quizá esta sea la punta de un Iceberg demasiado quebradizo. Esto del Nobel es una vívida representación del modelo de Sociedad en el que vivimos: oligarquías en los partidos políticos que se retroalimentan entre sus miembros sin más mérito que la pertenencia a la manada que espera el premio en forma de puesto gubernamental, premios literarios dados con el dedo comercial por las editoriales más ‘prestigiosas’, que suelen desprestigiarlas a ellas y a la propia literatura… Y, así, hasta el infinito.
La cuestión es que, en el pasado, personajes como Hitler, Mussolini o Stalin fueron candidatos al premio Nobel. Y es que la reglas del comité del Premio Nobel permiten que cualquier profesor de Ciencias Sociales, Historia, Filosofía, Derecho y Teología, incluso cualquier juez o legislador nacional de cualquier país puedan nominar a alguien que crea que lo merece…
Joseph Stalin, adalid de la Paz… en la Segunda Guerra Mundial
Todavía no se habían escrito en la Historia los renglones torcidos de las purgas de Joseph Stalin, sus crímenes y su mano de hierro que se extendió en su cargo de Secretario General del Partido Comunista de la Unión Soviética entre los años 1922 y 1953. Stalin fue nominado al Premio Nobel de la Paz en dos años: 1945 y 1948. En ambos casos “por sus esfuerzos para poner fin a la Segunda Guerra Mundial“.
Adolf Hitler: ¿víctima del sarcasmo?
Adolf Hitler fue nominado en una única ocasión. Sucedió en 1939. Fue nominado para el Premio Nobel de la Paz por un miembro del parlamento sueco, E.G.C. Brandt. Al parecer, Brandt nunca pretendió que la nominación fuera tomada en serio. Por curioso que nos parezca, Brandt, cuya ideología antifascista, quería abrir un debate político en Suecia, suscitado porque varios parlamentarios suecos habían nominado al entonces primer ministro británico, Neville Chamberlin, también para el Premio Nobel de la Paz, una nominación que Brandt veía con gran escepticismo. Sin embargo, las intenciones sarcásticas o satíricas de Brandt no fueron bien recibidas y la nominación se retiró en febrero de 1939.
Mussolini también era un hombre de Paz
Benito Mussolini recibió su nominación en el año 1935, cuando un grupo de profesores de la Facultad de Derecho de la Universidad de Giessen (Alemania) le proponen como candidato. El comité encargado de seleccionar a los candidatos rechazó la propuesta. Ya era conocido por entonces que se había alzado al poder con un golpe de estado encubierto, había ordenado asesinar a varios de sus rivales políticos e, incluso, había usado armas químicas contra sus enemigos.
Otro candidato que se quedó sin el premio Nobel de la Paz
Mahatma Gandhi sigue siendo uno de los símbolos más relevantes de la “no violencia”. Fue nominado en los años 1937, 1938, 1939, 1947 y poco antes de ser asesinado en 1948. Los estatutos de la Academia no permiten dar premios póstumos, aunque bien se lo podían haber entregado antes de que lo mataran. Como gesto de… (pongan ustedes el adjetivo deseado), el Comité noruego del Nobel decidió no otorgar ningún premio ese año aduciendo que “no había un candidato vivo adecuado”.