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LA MUERTE: ¿UNA FORMA RENTABLE DE PERDURAR?…


En el “Mito de Sísifo” de Albert Camus se narra, muy brevemente, la historia de un escritor que, tras la Segunda Guerra Mundial y tras haber concluido su libro, se suicidó para llamar la atención sobre su obra.

En el ensayo de Camus no figura su nombre ni el título del libro (si alguien lo sabe, que lo comunique por favor). Lo que sí apunta mi admirado premio Nobel de literatura es que ni él ni su obra trascendieron.

Fue vano su intento, considerando además que el libro obtuvo una “mala crítica”.

Bien, nos sorprende ahora la muerte, no por suicidio, aunque la sobredosis de heroína -en el fondo- también tendría ciertas concomitancias, de un joven artista, Dash Snow, al que la revista ‘New York lanzó a la fama con un reportaje titulado “‘Los hijos de Warhol“.

Dash Snow

Sin querer restarle la importancia artística a Snow, triste nombre invernal para morir en el verano de 2009, que su vida y su obra merezcan, sí que se antoja como un hecho recurrente que en estos tiempos mediocres y mediáticos cualquiera pueda llegar a tener los quince minutos de gloria que el antes citado Warhol apuntaba para todos y cada uno de nosotros como necesarios.

Sin reservarme mi opinión diré que su trabajo bien parece un muro del transitado facebook…

La cuestión es que la muerte de este joven artista, apenas tenía 27 años, le ha catapultado al éxito, trascendiendo las fronteras reales y virtuales. Qué decir de la pobre alma del cantante Michael Jackson, que vende más muerto que vivo.


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Pero este artículo titulado “El suicidio: ¿una forma rentable de perdurar?…” debe cobrar sentido, para lo cual debemos apuntar a todo lo anteriormente dicho sobre la forma en la que los medios de comunicación han tratado la muerte de este artista, al igual que el comportamiento de la galería de arte que exhibe sus obras, no dejan de ser la representación prístina de lo que nuestra sociedad actual estimula, valora y hace trascender.

Jóvenes cadáveres se apelotan en el frontispicio de la actualidad que dura el suspiro de los quince minutos, o más, según. Jim Morrison, Kurt Cobain o Jean-Michel Basquiat, también murieron a los 27. Sid Vicius a los 21 y River Phoenix a los 23. La lista se haría interminable. Sobredosis, accidente, mala praxis con los estupefacientes…


Para todos ellos la muerte al final siempre parece más rentable que la vida para otros. En el caso de Snow todo esto se adereza con su paso en el correccional, al que llegó con 13 infantes años, y que abandonó a los 15 para lanzarse a las calles neoyorkinas.

Dash Snow Galería

Excesos de sexo y drogas trasladados a su forma de entender el arte.

Con una Polaroid en la mano y convertido en graffitero reconocido bajo el nombre de Sace, huyendo la mayor parte de las veces de la policía.

Como homenaje a Snow, la fachada de la galería Deitch, una de las primeras galerías que alojaron su obra y situado en el SoHo, se ha postulado como el lugar de peregrinación al que sus admiradores pueden acudir a rendirle tributo. Como se puede ver en la imagen superior, pintada con la firma del artista, “Sace“.

Pero aún hay más en el caso de Snow, de ese caso particularmente mediático que es capaz de acaparar la atención de la noticia de los grandes medios o del leve rumor del blog que nadie lee. Porque, además Snow era sobrino de Uma Thurman y nieto, nada menos, de Christophe de Menil.

Para terminar con el desvarío se ha podido leer que un tal Robby, del que desconocemos mejor filiación, posee unas fotocopias de unos dibujos creados por Snow. Se ha encargado de escribir en forma de relato la última juerga que corrieron juntos, y solicita 100 dólares a quien quiera comprar estas “obras de arte”.

Cuando los muertos suelen ser más rentables que los vivos

Los muertos siempre son más rentables que los vivos. ¿Quieren ejemplos? Stieg Larsson murió de un ataque al corazón cuando presentaba la tercera entrega de la saga “Milenium” a su editor, y cuando apenas se acababa de publicar la primera entrega.

John Kennedy Toole, ya muerto, tuvo que ver desde el limbo, el cielo o donde quiera que estuviera, cómo su madre suplicaba a editores y escritores las bondades de su eterna obra “La conjura de los necios.

Suerte para todos que Walker Percy le escuchó. Seguro que saben otros ejemplos, otros casos… Aquí ya no me caben más.

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