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Grandes Amantes de la Historia. Abelardo y Eloísa


La historia de amor de Abelardo y Eloísa es un relato real, aunque se ha ido modificando en ciertos aspectos con el paso del tiempo. Pedro Abelardo era uno de los filósofos más importantes de la Francia del siglo XII

Tan celebrado era por su sabiduría y sus conocimientos que un canónigo parisino llamado Fulberto le contrató para que diera clases a su sobrina, Eloísa, que tenía a su cargo.

Eloísa era una joven enormemente culta, inteligente y curiosa y en ella el filósofo encontró a su alma gemela. Ambos se enamoraron y empezaron una relación secreta a espaldas de Fulberto, quien confiaba tanto en Abelardo que incluso le permitió mudarse a su casa, lo que le dio muchas oportunidades de estar con Eloísa.

Sin embargo, cuando Eloísa se quedó embarazada, sabían que ya no podían ocultar su aventura. Temeroso de lo que le podían hacer a Eloísa y a su hijo nonato cuando su relación prohibida saliera a la luz, Abelardo mandó a Eloísa a la casa de su hermana, en la zona de Bretaña, donde tuvo a un niño al que pusieron por nombre Astrolabio.

Cuando Fulberto se enteró, montó en cólera y, para apaciguarlo, Abelardo prometió que se casaría en secreto con Eloísa, como efectivamente hizo, aunque las noticias del enlace pronto se extendieron, lo que obligó a Abelardo a enviar a Eloísa al convento de Argenteuil durante un tiempo mientras se calmaba el escándalo que se había despertado.

Sin embargo, Fulberto, quizá pensando que Adalberto había decidido abandonar a su sobrina en un convento para librarse de ella y continuar tranquilamente con su vida de estudioso, quizá por deseo de venganza por haber deshonrado a su sobrina y a su familia, Fulberto decidió acabar con el problema que suponía el filósofo de una forma poco habitual: decidió contratar a unos sicarios que, protegidos por el manto de la noche, se introdujeron en la habitación de Abelardo y la castraron, haciendo después pública su desgracia.


Roto y humillado, Abelardo sabía que ya no podía llevar una vida marital normal con Eloísa, por lo que decidió dedicarse a la vida religiosa. Sin embargo, Eloísa decidió seguirle e ingresó como monja en el convento de Argenteuil, alejándose para siempre de la vida laica.En sus respectivos retiros, los amantes continuaron estudiando y formándose, llegando a convertirse en dos de las figuras más importantes a nivel intelectual de  toda la Europa medieval.


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Sin embargo, la relación entre los amantes no se cortó, pues siguieron estando en contacto, escribiéndose cartas y protagonizando diversos encuentros en los que no solo hablaban de temas de índole religiosa y filosófica, sino también de los sentimientos que aún tenían el uno por el otro.

Abelardo murió en el año 1142, sobreviviéndole Eloísa más de veinte años. Fueron enterrados juntos y sus restos reposan en una impresionante tumba en el cementerio parisino de Père Lachaise, donde son visitados todos los años por miles de turistas, casi 900 años después de su muerte.

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