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El Árbol de la Ciencia [Pío Baroja] Resumen y Sinopsis


Cuál es el tema principal de ‘El árbol de la ciencia’

“Con un título de raigambre bíblica quiso su autor –Pío Baroja– publicar en 1911 su obra más lograda y completa, además de la más autobiográfica que concibió, si exceptuamos sus extensas y conocidas memorias: Desde la última vuelta del camino”

El árbol de la ciencia es una obra mayor de la llamada generación literaria del 98, aunque en cierto modo y con el paso de los años ha venido perdiendo vigencia a la par que ha ganado interés histórico.

El motivo seguramente se halla en el hecho de que la novela se presenta muy apegada a un tiempo y un lugar, esto es, a finales del siglo XIX y a la España de entonces representada por la ciudad de Madrid y por el pueblo ficticio de Alcolea, en la Mancha.

Quién escribio la obra El árbol de la ciencia

Pío Baroja novelizó los años de su juventud, cuando fue estudiante de medicina en la capital y médico rural (de 1887 a 1896, el año en que regresa a Madrid), todo ello enriquecido con ideas y experiencias posteriores y, además, con alguna licencia literaria divergente de la realidad como por ejemplo la boda del protagonista con el personaje de Lulú.

Pío Baroja reconoció la importancia de su obra debido a que el complejo universo intelectual del donostiarra estaba desgranado en la misma, a grandes rasgos: su fe en la ciencia, su determinismo fisiológico y su pesimismo vital.

Cómo y quién es Andrés Hurtado

Con destacados miembros de la generación noventayochista, marcada por la pérdida de las colonias en Cuba y Filipinas, comparte una visión sombría de España, aunque Baroja la hace extensible no solo a la nación sino a la propia existencia humana; lo cual se refleja en la posición intelectual del protagonista y alter ego del autor –Andrés Hurtado– que bien podría definirse como de rebeldía hastiada o abatida.


Igualmente son muy ilustrativas al respecto las discusiones entre Andrés y su tío Iturrioz (que también tuvo su equivalente en la realidad), en representación respectiva de la intelectualidad española, la nueva más intelectual e idealista, frente a la generación anterior más realista y práctica; resultando ambas pesimistas, excesivamente pretenciosas y de un marcado corte elitista.


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El lector moderno no puede pasar por alto que el siglo XIX fue el siglo de la ciencia, entendida entonces como el rival impenitente de la religión, que era considerada, por su parte, como un atraso cuyo irremisible final se estaba dilatando más en España que en el resto de Europa.

De la mano de la ciencia iba la filosofía, perfilándose de tal modo un universo intelectual, el de Baroja, en el que aparecen en primer plano Kant y Schopenhauer y en el que, aún sin aparecer, se intuye al fondo a Nietzsche, con el que el escritor compartía su preocupación por el dolor, de hecho, Baroja lo convirtió en el motivo de su tesis doctoral.


En fin, se refleja en El árbol de la ciencia la cosmología barojiana: su sensibilidad juvenil, su familia, sus remordimientos filosóficos y su abúlica incredulidad, sus experiencias vitales y su despreció del “vivir” frente al “pensar”.

Trasmitido al lector mediante su muy característico estilo rápido, preciso y visual.

Sin llegar a ser una obra maestra se trata de una novela de lectura imprescindible, muy especialmente para los españoles.

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