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Coronación de Felipe VI: La corona y el cetro como protagonistas


En la ceremonia de proclamación del rey Felipe VI, no hay duda de que estuvieron presentes joyas con un significado enormemente especial y que acapararon la atención de todos.

Sin embargo, dos de esas joyas fueron especialmente importantes durante dicha coronación: la propia corona y el cetro, que presidieron la proclamación como símbolos del poder y la majestad.

Por desgracia, la monarquía española no posee gran cantidad de joyas de gran antigüedad, aunque sí tenga varias de gran valor. Muchas de sus joyas más representativas, como la famosa Perla Peregrina, desaparecieron durante la guerra de la Independencia (muchos objetos de valor, de hecho, fueron robados por José I, que se los llevó consigo durante su huida de Madrid) y, posteriormente, vendidas, o se perdieron durante las diferentes guerras que asolaron el país.

Imágenes de la coronación de Felipe VI

La corona y el cetro presidieron la proclamación como símbolos del poder y la majestad

Sin embargo, la proclamación de Felipe VI será una oportunidad prácticamente única para ver el cetro y la corona que se utilizarán en ella, ya que estos objetos habitualmente se mantienen apartados de la vista del público y guardados celosamente en la cámara acorazada del Palacio Real de Madrid. Las últimas veces que se pudieron ver fue durante la propia proclamación del rey Juan Carlos I en 1975 y la corona también salió de su “reclusión” en 1980, cuando presidió el traslado de los restos del rey Alfonso XIII al monasterio de San Lorenzo de El Escorial.

La Corona como símbolo de Poder

La corona que presidirá la proclamación no es como la que estamos acostumbrados a ver en otros países donde existe la ceremonia de coronación propiamente dicha, como, por ejemplo, en Inglaterra. Esta corona no está concebida para ser llevada por el soberano, sino para que presida la ceremonia como símbolo del poder.


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Dado que en los reinos peninsulares las coronaciones eran muy poco habituales, no se crearon coronas que los monarcas pudieran llevar puestas. Esta corona fue creada en 1775, durante el reinado de Carlos III, con el objetivo de que presidiera las ceremonias funerales de los monarcas. Está hecha de terciopelo rojo y plata dorada y tiene ocho florines, en los que aparecen las armas de los reinos de Castilla, León, Granada, Parma, El Tirol y las representativas de los Borbones, las conocidas flores de lis. A su función primigenia de presidir las exequias de los reyes, se le unió, a partir del reinado de Isabel II, la que tendrá el día 19, que es la de presidir la proclamación de los sucesivos reyes ante las Cortes.

El Cetro en la coronación

El cetro, por otra parte, presenta una mayor antigüedad y un valor material más alto.

Los expertos indican que probablemente fue realizado durante el reinado de Felipe IV (1621-1665) y es un bastón de oro revestido con filigrana de plata que se encuentra decorado también con esmaltes azules.

Presenta también un anillo de rubíes por cada 20 centímetros de los 60 que lo componen y está coronado, no por un diamante, sino por una esfera de cristal de roca.

Como generalmente aparece junto a la corona, de mayor tamaño, suele pasar algo más desapercibido, pero es una auténtica maravilla.

Estas dos joyas pertenecen a la Nación y son custodiadas y cuidadas por Patrimonio Nacional.

Otras joyas y objetos vinculados a la Monarquía, como las tiaras que ha lucido la reina Sofía a lo largo de los años, pueden ser o bien patrimonio propio (como la que le regaló con motivo de su boda su  madre, la reina Federica, que es de su propiedad), patrimonio de la Corona y que pasan de rey a rey o de consorte a consorte (como las joyas de la reina Victoria Eugenia, que lo dejó así indicado en su testamento) o bien patrimonio de la Nación, como los valiosos tapices y porcelanas que se encuentran en los palacios reales. Pero, sin duda, el cetro y la corona son los protagonistas absolutos del Tesoro Real, como lo serán también en la ceremonia de proclamación de Felipe VI.

Coronacion de Juan Carlos I, con el cetro y la corona como testigos

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