"Making a Murderer". ¿Es justa la justicia?

Un artículo de Rocío Martínez Rocio Martinez



 

Cuando hasta el mismo presidente de los Estados Unidos se ve obligado a pronunciarse sobre un tema en particular,  a causa del revuelo que ha provocado una serie de televisión, entonces sabes que te encuentras ante algo especial. Pues eso es precisamente lo que ha conseguido “Making a Murderer”, una serie documental de Netflix compuesta por diez capítulos que se estrenó el pasado mes de diciembre en Estados Unidos y que cuenta la historia de un hombre que, supuestamente, ha sido condenado dos veces por dos crímenes que no cometió.

 

El condenado en cuestión es Steven Avery, un hombre de Manitowoc (Wisconsin) que en 1985 fue declarado culpable de la violación, retención ilegal e intento de asesinato de Penny Beerntsen.

La víctima le había identificado como su agresor, pero, según aparece en el documental, la policía se negó a considerar desde el principio otros posibles sospechosos.

making a murderer serie de televisionSegún en este se defiende, se había decidido desde el principio que Avery era el culpable a causa tanto de los problemas anteriores que había tenido con la justicia como por su clase social, que le puso siempre en desventaja. Avery siempre se declaró inocente del crimen, pero no sería hasta dieciocho años después de su encarcelamiento cuando saldría libre, después de que las pruebas de ADN demostraran que otro hombre había sido el autor del ataque.

Avery demandó una fuerte compensación económica (36 millones de dólares) por las casi dos décadas que había pasado en prisión injustamente  y su caso despertó un importante revuelo mediático, que puso el foco en los miembros del estamento judicial que habían condenado injustamente a Avery. Lo ocurrido llamó también la atención de diversas organizaciones y Avery se convirtió en la imagen visible de un proyecto de reforma de ley para evitar que más inocentes fueran condenados.

Sin embargo, a finales del año 2005, apenas tres años después de su salida de prisión, Avery fue acusado del asesinato de la fotógrafa Teresa Halbach, cuyos restos aparecieron dentro de la propiedad de la familia. Se encontraron varios indicios de que Avery podía estar implicado en su fallecimiento, pero su acusación no quedó fijada para el gran público hasta que su sobrino menor de edad, Brendan Dassey, declaró que había colaborado en la violación, retención ilegal y asesinato de Teresa Halbach, a incitación de este. En dos juicios separados, ambos fueron encontrados culpables y Avery fue condenado a cadena perpetua sin posibilidad de pedir ningún tipo de libertad condicional. Las apelaciones que se han hecho hasta el momento para que se repita el juicio de Avery o se consideren nuevas pruebas han sido denegadas y todavía hoy sigue en prisión.

Making a Murderer, la serie documental que tanto revuelo ha provocado

Esta serie documental que tanto revuelo ha provocado tiene una gran cantidad de méritos. Su impecable factura la aleja totalmente de ese tipo de programas sensacionalistas que recrean crímenes reales. La utilización únicamente de testimonios directos de implicados, fragmentos de los distintos juicios, partes de grabaciones telefónicas reales e, incluso, de telenoticias de las diferentes épocas, le da a la serie un revestimiento de veracidad que no tienen aquellas que recurren a representaciones o recreaciones ficticias. Además, la serie documental consigue enganchar al espectador pese a que se sabe, prácticamente desde el principio, cuál va a ser el final de Avery, presentando un buen ritmo que no es nada fácil de conseguir con el tipo de imágenes que se utilizan. Pero el verdadero mérito, a mi entender, es que consigue no solo convencer a los espectadores de que su punto de vista es el correcto, sino que despierta en ellos un verdadero sentimiento de rabia e indignación muy potentes, algo que muy pocas obras audiovisuales han conseguido alcanzar.

Desde el minuto uno de, Making a Murderer, nos queda claro que las responsables de la serie creen que Avery es inocente de los cargos por los que fue condenado. Se indica constantemente que la baja clase social a la que pertenecían Avery y su familia, unido al hecho de que ya se le consideraba problemático anteriormente, habían hecho de él un cabeza de turco excelente para el sistema. A medida que avanza el documental y vemos cómo Avery es exonerado del primer crimen que se le atribuyó, las acusaciones de las creadoras contra las instituciones jurídica y policial se vuelven más directas, siendo la más importante de ellas la que indica que fueron los mismos policías los que arreglaron todo para acusar a Avery del crimen de Halbach, para que se olvidaran las acusaciones y reclamaciones vinculadas a su primera condena.

Si bien nadie puede afirmar que Avery sea inocente del segundo crimen del que se le acusó, el documental presenta las suficientes pruebas como para que cualquiera que lo vea considere que, al menos, existe una duda razonable respecto a su culpabilidad. Eso no significa que parecen existir diversos fallos en el proceso que deberían llevar, al menos, a su repetición, lo que no significa que sea inocente. Tras el éxito del documental, muchas de las autoridades implicadas han indicado que el documental no presenta su punto de vista y que existen pruebas contra Avery que no se han mostrado, provocando una visión sesgada a favor del condenado.

Sin embargo, esta aproximación es irrelevante desde el punto de vista del público, dado que el documental presenta los suficientes alegatos como para que la gente tenga una duda razonable sobre la posibilidad de que un inocente pueda estar condenado a pasar su vida en prisión. La serie documental, sin duda, está a favor de Avery, pero el clamor popular que ha levantado va más allá de este caso en particular. El caso de Avery es un ejemplo: la clave se encuentra en presentar la idea de que el sistema judicial estadounidense no funciona como debería, está repleto de corrupción y que la presunción de inocencia, realmente, no existe.

El documental de Making a Murderer traslada la supuesta injusticia del caso individual de Avery a la sociedad en general, presentando el ámbito policial y judicial como estamentos corruptos que hacen que todos podamos ser un “Avery” en potencia, especialmente si nos encontramos por debajo de cierto nivel social. Creo que ahí reside la clave del clamor popular que ha levantado este documental: en la idea perenne que transmite de que nos encontramos a merced de un sistema corrupto contra el cual el ciudadano de a pie no puede luchar. Así, desde su estreno, se han multiplicado las manifestaciones públicas que piden que se repita el juicio de Avery o, incluso, que se le libere directamente.

El presidente Obama ya ha tenido que declarar que no tiene autoridad para indultar a Avery y el gobernador del estado de Wisconsin ya ha dicho que no piensa otorgarle el perdón. Sin embargo, las peticiones por Avery no paran de llegar y están causando cada vez más revuelo. Los debates sobre la culpabilidad de Avery y sobre los fallos del sistema judicial norteamericano son constantes hasta la fecha y es muy probable que la polémica que rodea a este caso siga viva durante un futuro próximo.

En conclusión, Making a Murderer, esta serie documental constituye un gran trabajo a cuyo contenido, no obstante, hay que acercarse con cuidado. Ni se dice en él absolutamente todo lo que se sabe sobre el proceso y su protagonista, ni presenta una versión imparcial del caso.

Recomiendo mucho su visionado y que aquellos que se acerquen a este documental tengan en cuenta, además de lo que en él se cuenta, el impacto que ha tenido en la sociedad y el debate que ha suscitado. ¿Es justa la Justicia? ¿Hasta qué punto el sistema está en verdaderas condiciones de mandar a la cárcel de por vida a alguien por un delito que no cometió? Y, además, ¿hasta qué punto puede verse manipulada la opinión pública por lo que ve, escucha o lee en los medios de comunicación de masas, entre los que se incluye esta serie documental?

En estos sentidos y en muchos más, la serie documental “Making a murderer” es un fenómeno global que nadie debe perderse.





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